“El señor Utterson, el abogado, era un hombre de un semblante severo que jamás se iluminaba con una sonrisa, distante, silencioso y parco en la conversación”. Con esta frase Robert Louis Stevenson inicia el relato. Utterson es el testigo por medio del cual se reconstruye la historia. En este relato, Stevenson explora “esas provincias del bien y del mal que dividen y componen la naturaleza dual del hombre”.
En el relato aparece el Dr. Henry Jekyll como una persona normal, ordenada, racional, un científico después de todo. Jekyll había mantenido una profunda duplicidad de vida, encontrando difícil reconciliar sus placeres con su “imperioso deseo de ser admirado por todos y mostrar al público un aspecto grave”. La droga abrió las puertas de la prisión al carácter de Jekyll, posibilitando el surgimiento de Edward Hyde. Hyde aparece como una estructura subsidiaria, escondida, inexplicable, impredecible. Hyde evidencia la inclinación hacia lo caótico y la indiferencia radical hacia el género humano. No reconoce en el otro a un ser humano.
Para Jekyll es difícil enfrentarse al problema de quién es. La identidad resulta ser un misterio, una zona oscura como las noches en las que Jekyll se transformaba en Hyde. Jekyll experimenta una angustia por el deseo y temor que despierta su propia dualidad. La carta final de Jekyll, presenta la idea de que una consciencia que habla de sí misma, no vuelve a ser la misma.
Con el relato Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Stevenson se anticipa a la idea de la partición del sí mismo y del retorno de lo reprimido de Freud y al cuestionamiento de la identidad de Kafka. La genialidad de Stevenson radica en presentar la idea de “que el hombre será finalmente conocido por ser una mera comunidad de multifacéticos, incongruentes e independientes ciudadanos”.
Algunas preguntas relacionadas con el relato son:
(1) ¿Se puede hablar de una identidad del individuo? ¿Cuál es mi verdadero yo mismo?
(2) ¿Qué es la naturaleza humana?
(3) ¿Por qué resulta tan difícil para el hombre moderno la consideración de la partición del yo? ¿Por qué le resulta imprescindible la existencia de un centro, de un yo unificado racional?
(4) ¿El conocimiento de estas personas – grupos de creencias y deseos dotados de coherencia interior – permitiría controlar la conducta de un ser humano?
(5) ¿Cómo puede el individuo saber hacer con su fragmentación del ser? ¿Podría utilizarse esas tendencias hacia la inestabilidad como formas alternativas de entender nuestro pasado? ¿Podría el individuo reconciliarse consigo mismo?
La obra puede encontrarse aquí:
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